Nos ha tocado cocinar mucho en cuarentena.
Dime la verdad amiga, ¿cómo la has pasado?
Seguramente te pasas el dia en la cocina. Haces el desayuno. Lavas los platos.
Después el almuerzo. Vuelves a fregar. Y cuando vienes a ver, ya es hora de la cena. Obviamente, hay que lavar los platos otra vez.
The struggle is real.
Si le preguntaras a mis seres cercanos, que tal soy en la cocina, pos… no creo que recibirías respuestas muy alentadoras. Nunca he sido de las que se ofrece a cocinar para alguna actividad.
Es más, abiertamente he dicho, en más de una ocasión: “lo detesto”.
LA CUARENTENA LLEGÓ PARA DARME “TRES TAZAS, CUANDO NO QUERÍA CALDO”
Ya sabes el dicho: “Al que no quiere caldo, le dan tres tazas.”
No sabemos quien fue el primero que lo dijo.
¿Ya calculaste cuántas horas has pasado en la cocina desde que comenzó la cuarentena?
Yo…, muchas. Hemos evitado comer fuera TODOS LOS DIAS.
Y cuando tienes tres niños en casa, escuchas mucho cosas como:
“¿Qué vamos a desayunar?”
“¿Qué hay de almuerzo?” “¿Vamos a comer postre?”
“¿Cuál es la cena?”
“Mami, ¿puedes hacer frappé?”
¡¡¡Rayos!!!! He tenido que cocinar mucho más de lo que esperaba durante estos 62 días (y contando) que llevamos en casa.
Admito, que dentro de todo, estoy más que agradecida. Digamos que para muchos en mi país, el poder comer y dar de comer a sus hijos durante la cuarentena, ha sido frustrante.
Ha sido lindo, que a pesar de ser tiempos difíciles, hemos tenido más de un plato en la mesa, todos los días. ¿No crees?
TALENTOS OCULTOS Y RAIZ DE FRUSTRACIONES AL DESCUBIERTO
La cuarentena y el tiempo -obligado- en la cocina, me llevó a descubrir que no soy mala cocinera, que en realidad no detesto cocinar y que tampoco soy una esclava, víctima de las circunstancias.
-Dicho sea de paso: ¡cocino sa-bro-so!-
Todavía no abondones el post. No te tires del barco, que tengo un punto y estamos llegando.
Desde sopas, pastas, arroces, quesadillas, distintos dipos de carnes… Tú dilo, me ha salido. Las sonrisas de mi familia, ver los platos vacíos, escuchar: “Mami, gracias”, me ha dado alegría y ha hecho que se me infle el corazón. Jamás hubiera pensado que el cocinar pudiera despertar en mí, felicidad.
Sí, alimentar a mi familia me trajo felicidad.
Recuerdo que antes de todo esto, consideraba el cocinar una esclavitud.
Durante estos pasados días descubrí que en realidad nunca odié cocinar. Odio otras cosas que estaban presentes cuando cocinaba, pero no la cocina en sí. Odié:
- la tensión de tener que cocinar acabada de llegar del trabajo, agotada y con la mente para explotar;
- no tener tiempo para planificar lo que prepararía para comer, por lo que nunca tenía carne lista para cocinar o me faltaba más de un ingrediente;
- la frustración de una cena que no quedaba exactamente rica porque la estaba preparando mientras hacía otras 10 cosas a la vez;
- sentir la tensión de tener que lavar platos luego de haber cocinado, ya cansada después de un largo día de trabajo y tareas escolares.
En otras palabras…
En otras palabras… Cocinar, en sí, nunca ha sido una esclavitud. Ahora, dentro de un marco desacelerado, lo disfruto mucho.
Nosotras mismas, sin darnos cuenta, nos hemos causado esa sensación al tratar de seguir una corriente social impuesta que nos dice que nosotras, debemos hacerlo todo.
Y en efecto, pretender hacerlo todo.
Ganar dinero, continuar estudios universitarios, limpiar, lavar, ayudar a los niños con las tareas, recordar las compras, vernos siempre regias, y por su puesto, cocinar. Todo a la vez. Todos los días.
Suena agotador… y es agotador. Sin embargo, por alguna razón, el no preparar la cena en casa, a muchas de nosotras nos ha hecho sentir culpables. Entonces nos forzamos y esforzamos una y otra, y otra vez.
¿Esclavas de la cocina? Nope. No lo creo. Esclavas de roles que nos imponemos y nos dejamos imponer.
¿Cuál es tu sentir?
That would be it… See you on my next one.👠💕
Recuerda compartir, guapa. Y Si tienes ganas de más, te animo a leer Como Completar una Tarea Cuando No Quieres Ni Comenzar y Ahorrando los Chelito$$: 7 QUE NO COMPRO PARA AHORRAR DINERO.