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Recuerdo una camilla dura e incómoda.
Un frío que iba y venia.
Era una sensación de frío y calor de forma diametralmente opuesta.
Con la misma fuerza con la que se aproximan las olas a la orilla de la playa, en el debut de un huracán; así se iban sintiendo las contracciones.
Subiendo de intensidad. Gradualmente. Hasta llevarme al punto en el que comencé a cuestionarme si verdaderamente estaba lista para ese momento.
Pero ya no había vuelta a atrás. Tenía que echar el resto.
Entonces respiré profundo y recogí todas las fuerzas en mi ser, toda mi voluntad…, todas mis ganas de vivir…
…y de traer vida.
Todo esto con la esperanza de que luego, en poco tiempo… tendría la dicha de escuchar la palabra más dulce que habría de escuchar en toda mi vida. Insuperable.
Escuchar a mis hermosos regalos decirme: “Mamá”.
¿Qué más puedo decir? Soy madre. He perdido innumerables horas de sueño entre biberones, lactancia, pañales, terapias, medicinas y rogando al cielo que el futuro de mis hijos sea próspero. Descubrí que soy capaz de soportar mucho más dolor del que imaginé… (¡¡y que verdaderamente un bebé completo puede salir de ahí!!).
Aprendí a salir con la ropa estrujada aún después de haberla planchado, a llevar puesto perfume de leche digerida y que la “caca” no me da tanto asco como pensaba. Aprendí también que no se puede estar lo suficientemente cansada, molesta o inclusive enferma, como para no responder cuando escucho: “Mami”.
Me dí cuenta que soy capaz de alimentar a un bebé, tratar de hacer a una preescolar comer, comer yo misma y hablar a la vez. Aprendí que la mejor prenda que puedo llevar puesta, es la satisfacción de ver como día a día mis hijos se van convirtiendo en seres de bien (aunque para ello he tenido que hacer de grabadora, respirar profundo y tener tiempo de meditación).
Aprendí que nunca se está demasiado adulto como para volver al Kínder a trazar las letras correctamente, enseñar a sumar con los dedos y bailar canciones infantiles. Gracias a la maternidad, he descubierto que no hay tristeza, ni desasosiego que me haga rendirme porque en mi adentros sé, que no existe sobre la faz de la Tierra, mejor persona para cuidar de mis hijos que yo.
Todo esto se resume en una sola expresión: ¡Ser madre es lo mejor que me ha pasado! La maternidad es el honor más grande que he tenido en la vida, y si volviera a nacer: lo haría otra vez. De todas las materias que he estudiado en la vida, si bien esta ha sido la más ardua, fiera y agotadora, también ha sido la que mayor satisfacción me ha traído y la que ha sacado lo mejor de mí.
Mi más sincero reconocimiento a todos esos mujerones, seres espectaculares a las que comúnmente, se les llama Madres.
Besos, 💕
Amarilys